Cambio de estaciones
La ciudad retoma su temperatura habitual, la claridad del día disminuye. El cielo se enfurruña porque hay que volver al colegio, o simplemente empezarlo. Recuerdo la primera vez. Las escaleras se perdían en las alturas, todos entraban y salían... yo no conocía a nadie y esas repipis no me dejaban saltar a la comba. En fin, acabé jugando al equipo-A con los niños, que era mucho más divertido.
En Galicia el otoño suele adelantarse, pero nunca al mismo tiempo para todos: cada uno tiene una forma especial de darse cuenta. Por ejemplo, un día sales de la piscina del Campus Sur sientiendo cómo el pelo mojado te congela poco a poco la cabeza y... ves una hoja en el suelo. La coges, la haces girar varias veces pellizcando el tallo entre los dedos y piensas: ¿habrá llegado?
Al llegar a casa te tomas un antigripal (claro, porque lo de volver empapada ha sido muy mala idea). Te secas la cabeza con una toalla porque el miedo de fundir secadores extranjeros en corrientes que no son la suya puede contigo. Decides darte un homenaje, un cigarrillo sólo esta tarde, un buen libro, un capuchino. Caminar descalza por una galería de madera sin barnizar. Observas el convento de Ante-Altares, saludas al capellán que también ve llover desde su balcón (genial, ahora pensará que eres una mala mujer que fuma tabaco y bebe café). Echas de menos unas magdalenas de la madre abadesa o una tarta de almendra. La chimenea, el campanario, el claustro. Las torres de la catedral. Un dong, dong, dong... así hasta siete.
La corriente sube por las juntas del palosanto sin barnizar y se te cuela entre los dedos de los pies. Ahí abajo las piedras de la calle de antealtares descansan entre tristes y mojadas, una rayuela de tiza se deshace poco a poco en la calzada. Tu subconsciente ruega por unos calcetines aunque aún no te des mucha cuenta. Estás absorto, pensando en aquellas palabras:
Todo era mentira. Cada sonrisa ocultaba un bostezo de aburrimiento, cada alegría una maldición, todo placer su hastío, y los mejores besos no dejaban en los labios más que un irrealizable deseo
Un qué triste y una calada. No me creo que la vida sea así... ¿o sí?. Quizá sea todo tan previsible que...
Un trueno. La electricidad estática, el miedo busca una explicación. ¿Habrá llegado?. La lluvia repiquetea con fuerza sobre una cristalera irregular que hace más de cien años alguien confeccionó a mano. Nunca verás dos iguales, ni entre ni a través de ellos. Sonríes. Rebañas la espuma del tazón.
No, ya no.
" [...] nadie puede jamás dar la exacta medida de sus necesidades, ni de sus conceptos, ni de sus dolores, y la palabra humana es como un caldero cascado en el que tocamos melodías para hacer bailar a los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas."
(extracto de Mme. Bovary, Gustave Flaubert)
En Galicia el otoño suele adelantarse, pero nunca al mismo tiempo para todos: cada uno tiene una forma especial de darse cuenta. Por ejemplo, un día sales de la piscina del Campus Sur sientiendo cómo el pelo mojado te congela poco a poco la cabeza y... ves una hoja en el suelo. La coges, la haces girar varias veces pellizcando el tallo entre los dedos y piensas: ¿habrá llegado?
Al llegar a casa te tomas un antigripal (claro, porque lo de volver empapada ha sido muy mala idea). Te secas la cabeza con una toalla porque el miedo de fundir secadores extranjeros en corrientes que no son la suya puede contigo. Decides darte un homenaje, un cigarrillo sólo esta tarde, un buen libro, un capuchino. Caminar descalza por una galería de madera sin barnizar. Observas el convento de Ante-Altares, saludas al capellán que también ve llover desde su balcón (genial, ahora pensará que eres una mala mujer que fuma tabaco y bebe café). Echas de menos unas magdalenas de la madre abadesa o una tarta de almendra. La chimenea, el campanario, el claustro. Las torres de la catedral. Un dong, dong, dong... así hasta siete.
La corriente sube por las juntas del palosanto sin barnizar y se te cuela entre los dedos de los pies. Ahí abajo las piedras de la calle de antealtares descansan entre tristes y mojadas, una rayuela de tiza se deshace poco a poco en la calzada. Tu subconsciente ruega por unos calcetines aunque aún no te des mucha cuenta. Estás absorto, pensando en aquellas palabras:
Todo era mentira. Cada sonrisa ocultaba un bostezo de aburrimiento, cada alegría una maldición, todo placer su hastío, y los mejores besos no dejaban en los labios más que un irrealizable deseo
Un qué triste y una calada. No me creo que la vida sea así... ¿o sí?. Quizá sea todo tan previsible que...
Un trueno. La electricidad estática, el miedo busca una explicación. ¿Habrá llegado?. La lluvia repiquetea con fuerza sobre una cristalera irregular que hace más de cien años alguien confeccionó a mano. Nunca verás dos iguales, ni entre ni a través de ellos. Sonríes. Rebañas la espuma del tazón.
No, ya no.
" [...] nadie puede jamás dar la exacta medida de sus necesidades, ni de sus conceptos, ni de sus dolores, y la palabra humana es como un caldero cascado en el que tocamos melodías para hacer bailar a los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas."
(extracto de Mme. Bovary, Gustave Flaubert)
17 comentarios
: UNKNOWWOMAN -
UNKNOWWOMAN -
manu -
Driadas -
Escribes muy bien^^ te seguire visitando¡
Suerte¡¡
floriancito -
Brujilla -
Acabo de descubrir tu blog al navegar por la red y me ha parecido muy interesante. Sólo me ha dado tiempo a ojear los tres últimos post, pero me quedo con ganas de más.
No todo el mundo es capaz de retratar la melancolia en un relato sin tratar de buscar una explicación, una solución...
Un saludo
misscompracompulsiva -
Greta (y sus miedos) -
Un beso
Pd: me encanta tu blog. Una suerte haberlo encontrado. Parece que entré en el mío...
R. -
Vicente Torres -
Madame Bovary es un libro grandioso.
david -
Besos oto~nales.
brisaenlanoche -
Un abrazo.
Inchina -
nonsense -
(17 de septiembre a las 21.00, 6'5º centigrados)
Ed Crane -
nando -
PD:y ya sabes, las hojas cayendo de los árboles en otoño no significan lo mismo para todo el mundo, pero casi ;) un biko!!
alan_person -
Saludos!