Sonrisas y flores
En la foto: Mujer con laúd frente a la ventana (1663), de Vermeer. Óleo sobre cánovas. Museo Metropolitano de Nueva York.
A veces en las tardes de abril Julia miraba por la ventana de su clase. De hecho, creo que ha tenido la mala costumbre de hacerlo desde que estudiaba en el colegio de la playa. Se podía pasar horas contemplando embobada los inmensos jardines del patio e ignorando a su profesor de lengua. Después bajaba al recreo y los pliegues de su uniforme se escondían en la hierba mientras su mejor amiga ponía nombres a los sauces llorones.
Y ahora sigue intentando descubrir nuevos matices en el paisaje de la ventana del seminario mientras conserva esa manía de morder el capuchón del boli. Fuera llueve sin cesar y sale humo blanco de la chimenea del convento. Los autobuses de turistas vienen y van mientras los niños juegan en el colegio de enfrente, tal y como ella hacía cuando empezó a adquirir sus malas costumbres.
Cuando por fin vuelve al mundo real, Julia descubre que dos ojos la reprenden impasivos por sus diez minutos de despiste y se ruboriza. El mismo rubor que siente en sus mejillas cuando al avanzar los meses aquella persona, en vez de sentirse atacada por su despiste, le regala una gran sonrisa, día tras día, semana tras semana... y ella desvía la mirada al sentir que algo no está bien en todo eso.
Pero aquel viernes no fue consciente de que estaba viviendo la última jornada de sonrisas y flores. Simplemente cruzó una última mirada de algo más de diez segundos, desvió la suya para evitar compromisos y salió por la puerta.
Querida Julia: has sido una cobarde, pero quizá hayas hecho lo que debías... o no. La cuestión es que ahora ya nunca lo sabrás, a no ser que se cumpla aquello de:
They say if you love something and let it go, if it comes back it's yours, that's how you know.
Y créeme, no siempre se cumple.
Tengo guardado lo que me dabas sin darme nada,
viento del este, y en tu mirada, polvo de hadas.
Tengo guardado lo que me dabas sin darme nada,
Vanos intentos, versos heridos y un 10% más de latidos.
Datos intensos... datos perdidos.
Una sonrisa que da sentido a cada segundo, cada gemido
No digas nunca que tú no has sido.
Un par de cartas y una amapola que cobra vida si estoy a solas
para perderse entre las olas.
Tengo guardado lo que me dabas sin darme nada.
(Viento del Este, de Cómplices)
A veces en las tardes de abril Julia miraba por la ventana de su clase. De hecho, creo que ha tenido la mala costumbre de hacerlo desde que estudiaba en el colegio de la playa. Se podía pasar horas contemplando embobada los inmensos jardines del patio e ignorando a su profesor de lengua. Después bajaba al recreo y los pliegues de su uniforme se escondían en la hierba mientras su mejor amiga ponía nombres a los sauces llorones.
Y ahora sigue intentando descubrir nuevos matices en el paisaje de la ventana del seminario mientras conserva esa manía de morder el capuchón del boli. Fuera llueve sin cesar y sale humo blanco de la chimenea del convento. Los autobuses de turistas vienen y van mientras los niños juegan en el colegio de enfrente, tal y como ella hacía cuando empezó a adquirir sus malas costumbres.
Cuando por fin vuelve al mundo real, Julia descubre que dos ojos la reprenden impasivos por sus diez minutos de despiste y se ruboriza. El mismo rubor que siente en sus mejillas cuando al avanzar los meses aquella persona, en vez de sentirse atacada por su despiste, le regala una gran sonrisa, día tras día, semana tras semana... y ella desvía la mirada al sentir que algo no está bien en todo eso.
Pero aquel viernes no fue consciente de que estaba viviendo la última jornada de sonrisas y flores. Simplemente cruzó una última mirada de algo más de diez segundos, desvió la suya para evitar compromisos y salió por la puerta.
Querida Julia: has sido una cobarde, pero quizá hayas hecho lo que debías... o no. La cuestión es que ahora ya nunca lo sabrás, a no ser que se cumpla aquello de:
They say if you love something and let it go, if it comes back it's yours, that's how you know.
Y créeme, no siempre se cumple.
Tengo guardado lo que me dabas sin darme nada,
viento del este, y en tu mirada, polvo de hadas.
Tengo guardado lo que me dabas sin darme nada,
Vanos intentos, versos heridos y un 10% más de latidos.
Datos intensos... datos perdidos.
Una sonrisa que da sentido a cada segundo, cada gemido
No digas nunca que tú no has sido.
Un par de cartas y una amapola que cobra vida si estoy a solas
para perderse entre las olas.
Tengo guardado lo que me dabas sin darme nada.
(Viento del Este, de Cómplices)
5 comentarios
Inchina -
Brianda: no me hagas mucho caso, yo no creo en las historias ideales y esas cosas, pero espero que a ti sí se te cumpla ;)
Cascabel sí que la ha encontrado. ¡Un beso guapa!
David: Ya me dirás cómo se ve en la realidad. No puedo prometerte no crecer, pero lo de la imaginación creo que ya es incurable. ¡Un beso!
Hasta pronto!!!
david -
Conserva esa imaginacion que Dios de ha dao y no crezcas nunca. Prometemelo.
Besos.
cascabel -
brianda -
Por cierto, a mí tb me encanta como escribes! es precioso :)
nando -
pd: q me gusta como escribes desgraciá (va con cariño...) muchos bikoooos!!