A dos manzanas
Tras cuatro años viviendo en su burbuja decidió explotarla. Giró el picaporte tiró las llaves del coche sobre la cama y se sentó frente al espejo.
Entre las picaduras del viejo vidrio se podía distinguir una chica con el rostro surcado por el kohl y el cabello rozando su cintura. No se reconocía bajo el vestido ajustado y el color de sus labios. No recordaba el contorno de sus clavículas ni la sombra de sus ojos. Estaba tan trastornada por los cambios que ni tan siquiera reconocía la marca del cigarro que sostenía entre sus dedos.
En su cabeza sólo oía reprimendas. Y se dio cuenta de que sobraba comerse el coco, porque lo hecho, hecho estaba y ya no podía cambiar nada. O sí podía... podía cortar con su pasado y cambiar su futuro. Y podía hacerlo porque no tenía nada... no tenía absolutamente nada, excepto a si misma y a su propia vida.
Entonces cogió las tijeras del escritorio y cortó un mechón de su precioso pelo. Las hebras doradas caían sobre las baldosas mientras ella dejaba patente que la persona que había entrado en ese cuarto no sería la misma que saldría de él, tanto física como sicológicamente. Se lavó la cara, se puso unos vaqueros, tiró el vestido y los cigarrillos a la basura y salió a buscar a Julián en plena noche. No había nadie más aparte de ella, la brisa y las dos manzanas que separaban sus dedos del interfono de su amigo:
- Créeme, prefiero amargarme yo misma antes de que alguien me amargue. Así sólo soy la mitad de tonta en vez del doble, como he estado siendo durante cuatro años.
- Lo sé, ¿por qué crees que me caes tan bien? No es solo porque cocines de muerte y me des collejas... esa es tan sólo una pequeña parte de tu encanto. Eres irremediablemente complicada.
Y bajaron la calle riéndose... y en zapatillas. Debían ser amigos de toda la vida, vecinos del mismo barrio desde pequeños. Ella se había perdido durante cuatro años, pero el bloque de Julián siempre estaría a dos manzanas de su calle por si algún día decidía volver a encontrarse.
Nada mejor que una noche de abril y un buen amigo para sentirse uno mismo... otra vez.
Entre las picaduras del viejo vidrio se podía distinguir una chica con el rostro surcado por el kohl y el cabello rozando su cintura. No se reconocía bajo el vestido ajustado y el color de sus labios. No recordaba el contorno de sus clavículas ni la sombra de sus ojos. Estaba tan trastornada por los cambios que ni tan siquiera reconocía la marca del cigarro que sostenía entre sus dedos.
En su cabeza sólo oía reprimendas. Y se dio cuenta de que sobraba comerse el coco, porque lo hecho, hecho estaba y ya no podía cambiar nada. O sí podía... podía cortar con su pasado y cambiar su futuro. Y podía hacerlo porque no tenía nada... no tenía absolutamente nada, excepto a si misma y a su propia vida.
Entonces cogió las tijeras del escritorio y cortó un mechón de su precioso pelo. Las hebras doradas caían sobre las baldosas mientras ella dejaba patente que la persona que había entrado en ese cuarto no sería la misma que saldría de él, tanto física como sicológicamente. Se lavó la cara, se puso unos vaqueros, tiró el vestido y los cigarrillos a la basura y salió a buscar a Julián en plena noche. No había nadie más aparte de ella, la brisa y las dos manzanas que separaban sus dedos del interfono de su amigo:
- Créeme, prefiero amargarme yo misma antes de que alguien me amargue. Así sólo soy la mitad de tonta en vez del doble, como he estado siendo durante cuatro años.
- Lo sé, ¿por qué crees que me caes tan bien? No es solo porque cocines de muerte y me des collejas... esa es tan sólo una pequeña parte de tu encanto. Eres irremediablemente complicada.
Y bajaron la calle riéndose... y en zapatillas. Debían ser amigos de toda la vida, vecinos del mismo barrio desde pequeños. Ella se había perdido durante cuatro años, pero el bloque de Julián siempre estaría a dos manzanas de su calle por si algún día decidía volver a encontrarse.
Nada mejor que una noche de abril y un buen amigo para sentirse uno mismo... otra vez.
7 comentarios
Inchina -
Y sí, entiendo esa frase... yo también era un poco Nino Quincampoix en mi colegio. Siempre desee tener un hermano :)
Mi escena preferida es esa en la que acompaña a un anciano ciego mientras le explica todo lo que ve a su alrededor (aunque tú ya lo sabes, jaja). Un día le dedicaré un post.
nando -
"es posible q en el mismo instante, a 9 kilometros de distancia, los dos soñaran con tener un hermano o una hermana y así no estar solos..."
muitos bikos!!
Inchina -
(PD. a quien le da la sensación de que a veces me conoces es a mi sinceramente...)
Sí Brianda, a mí me lo vas a decir que me he mudado ya 5 veces en lo que llevo de vida... Pero supongo que siempre hay alguien cerca para recordárnoslo :)
Lucezilla: siempre nos quedará el carnet de conducir :P (mierda, tengo que sacarlo...)
LuCeZiLLa -
brianda -
david -
eres sorprendente, adoro esas mini historias semi-autobiograficas que mantienen la incertidumbre de si quien te lee te conoce realmente o no.
Te contesto: El universo no es reversible pero podria serlo perfectamente, y entonces durante el "big cruch" (proceso de implosion opuesto al big bang) todos viviriamos hacia atras y naceriamos viejos y moririamos siendo bebés. Ni más ni menos. Viviríamos la misma vida al revés y así eternamente en un proceso periodico de expansión y compresion del universo.
Acojonante.
funk tas tic -