Claveles para un revolucionario
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Y a lo mejor la espina es la supervivencia de la rosa,
y a lo mejor la herida sangra para advertirte del dolor.
Y a lo mejor la seda se rompe para hacer la mariposa...
y a lo mejor la duda existe para que yo pueda acertar.
(Cómplices)
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Hace tiempo alguien me pidió que escribiera algo así. Y va por tí:
Nunca le ha gustado madrugar. De hecho es un ser bastante perezoso, pero el olor a tostadas recién hechas suele animarla a desprenderse de los brazos de Morfeo a eso de las ocho y cinco de la mañana. Su mesa está siempre llena de apuntes y editoriales de periódicos, pero durante los 45 minutos que tarda en organizarse antes de salir de casa consigue encontrar folios limpios, su bloc de dibujo y un par de bolígrafos.
Dicen que esa mirada triste y verdosa la heredó de su bisabuela Paula, pero ella siempre sabe regalar una sonrisa a primera hora de la mañana. Es la mirada del fado, y hay quien dice que ella sabe cantarlos. Tiene ese toque de tristeza en la voz que sólo da el desencanto a través de los años. Quizá por eso admira tanto los pies descalzos de Cesária Evora, el tul de las faldas de Dulce Pontes o cómo Amália Rodrigues desgarra su alma al pronunciar cada palabra como una oración. Creo que lleva las cantinas marineras tatuadas en el alma y su mayor ilusión sería volver a encontrarse aquel barco abandonado que antaño destrozaron tantos temporales interiores, siempre impasibles... sin un atisbo de piedad ni con el paso de los años.
Tras dos horas de crash bursátil necesita un capuchino y un cigarrillo para sentirse en casa, aunque esté a ochenta kilómetros de su ciudad. Le gusta la marca que el rojo de sus labios deja en el margen del filtro, porque es la misma que dejaba su abuela Nieves mientras masticaba un caramelo de menta. Tras apurar la última gota del vaso de papel, anuda sus rizos castaños en un moño y se dispone a pelearse con la fotocopiadora de la hemeroteca y la relación entre las lenguas y el vil metal.
Y es tan despistada que olvida la carpeta sobre una de las mesas... y parece imposible que 169 centímetros de altura y 63 kilogramos permitan a sus piernas moverse de una manera tan rematadamente torpe entre los pliegues del tul de su falda. Creo que está demasiado acostumbrada a los libros. A sus dos décadas publicaron su primer trabajo en la universidad y le parece tan mediocre que hasta le da vergüenza leerlo, porque es demasiado exigente consigo misma, pero quizá el perfeccionismo sea algo inevitable cuando llevas a un dibujante dentro.
Porque nada la hace sentirse más cerca de la libertad que sentarse en el parque del viejo cementerio con su bloc y su lápiz. Le gusta dibujar a la gente que pasa y odia los bodegones y las frutas escarchadas. Y le gusta que el viento le revuelva el pelo y la gasa de su falda porque se siente segura y tranquila mecida en su vaivén y participando en el alegre baile de las hojas, que ya empiezan a dejar de caer en esta época del año.
Al volver a casa le espera la hierba recién cortada y su gato descansando en el árbol de la entrada. El manantial en el que se sentará a leer las páginas de su nuevo libro durante el verano. El diario en el que sólo escribe cuando relee lo anterior y cae en lo equivocada que estaba. El clavel que recuerda su revolución interior todas las noches, siempre en el mismo jarrón. La película en blanco y negro que tanto le gusta. Y simplemente cierra sus ojos intentando escapar al insomnio que la asola desde hace un par de meses, intentando recodar aquel...
Barco abandonado
na voz do tempo, na margem do rio.
Nesta lonjura
na voz dos temporais
anoitece um canto sombrio
nas pedras deste cais.
Há um adeus no meu olhar...
este meu barco prisioneiro
há de ser viageiro
no meio do mar.
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Y a lo mejor la espina es la supervivencia de la rosa,
y a lo mejor la herida sangra para advertirte del dolor.
Y a lo mejor la seda se rompe para hacer la mariposa...
y a lo mejor la duda existe para que yo pueda acertar.
(Cómplices)
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Hace tiempo alguien me pidió que escribiera algo así. Y va por tí:
Nunca le ha gustado madrugar. De hecho es un ser bastante perezoso, pero el olor a tostadas recién hechas suele animarla a desprenderse de los brazos de Morfeo a eso de las ocho y cinco de la mañana. Su mesa está siempre llena de apuntes y editoriales de periódicos, pero durante los 45 minutos que tarda en organizarse antes de salir de casa consigue encontrar folios limpios, su bloc de dibujo y un par de bolígrafos.
Dicen que esa mirada triste y verdosa la heredó de su bisabuela Paula, pero ella siempre sabe regalar una sonrisa a primera hora de la mañana. Es la mirada del fado, y hay quien dice que ella sabe cantarlos. Tiene ese toque de tristeza en la voz que sólo da el desencanto a través de los años. Quizá por eso admira tanto los pies descalzos de Cesária Evora, el tul de las faldas de Dulce Pontes o cómo Amália Rodrigues desgarra su alma al pronunciar cada palabra como una oración. Creo que lleva las cantinas marineras tatuadas en el alma y su mayor ilusión sería volver a encontrarse aquel barco abandonado que antaño destrozaron tantos temporales interiores, siempre impasibles... sin un atisbo de piedad ni con el paso de los años.
Tras dos horas de crash bursátil necesita un capuchino y un cigarrillo para sentirse en casa, aunque esté a ochenta kilómetros de su ciudad. Le gusta la marca que el rojo de sus labios deja en el margen del filtro, porque es la misma que dejaba su abuela Nieves mientras masticaba un caramelo de menta. Tras apurar la última gota del vaso de papel, anuda sus rizos castaños en un moño y se dispone a pelearse con la fotocopiadora de la hemeroteca y la relación entre las lenguas y el vil metal.
Y es tan despistada que olvida la carpeta sobre una de las mesas... y parece imposible que 169 centímetros de altura y 63 kilogramos permitan a sus piernas moverse de una manera tan rematadamente torpe entre los pliegues del tul de su falda. Creo que está demasiado acostumbrada a los libros. A sus dos décadas publicaron su primer trabajo en la universidad y le parece tan mediocre que hasta le da vergüenza leerlo, porque es demasiado exigente consigo misma, pero quizá el perfeccionismo sea algo inevitable cuando llevas a un dibujante dentro.
Porque nada la hace sentirse más cerca de la libertad que sentarse en el parque del viejo cementerio con su bloc y su lápiz. Le gusta dibujar a la gente que pasa y odia los bodegones y las frutas escarchadas. Y le gusta que el viento le revuelva el pelo y la gasa de su falda porque se siente segura y tranquila mecida en su vaivén y participando en el alegre baile de las hojas, que ya empiezan a dejar de caer en esta época del año.
Al volver a casa le espera la hierba recién cortada y su gato descansando en el árbol de la entrada. El manantial en el que se sentará a leer las páginas de su nuevo libro durante el verano. El diario en el que sólo escribe cuando relee lo anterior y cae en lo equivocada que estaba. El clavel que recuerda su revolución interior todas las noches, siempre en el mismo jarrón. La película en blanco y negro que tanto le gusta. Y simplemente cierra sus ojos intentando escapar al insomnio que la asola desde hace un par de meses, intentando recodar aquel...
Barco abandonado
na voz do tempo, na margem do rio.
Nesta lonjura
na voz dos temporais
anoitece um canto sombrio
nas pedras deste cais.
Há um adeus no meu olhar...
este meu barco prisioneiro
há de ser viageiro
no meio do mar.
6 comentarios
Inchina -
Y Nando... ¡más de lo mismo! jaja. Ahora que lo pienso... esa letra me suena de algo. Y podría ser gallego perfectamente (un día explicaré por qué, que si no voy a acabar haciendo un post dentro de un post).
Por cierto, buenos progresos en tu aprendizaje, ya lo vi en lo de Vero :P
Cascabel: gracias, y por lo demás... supongo que ya lo sabía. En el fondo algo me hacía intuir que tú también te pareces a ella :)
David: vaya cachada. Claro, después de mis comments no sería difícil adivinar, jaja. Cuando quieras te enseño uno, o te presto unos folios e improvisamos, que empieza el buen tiempo y la época de bocetos :)
¡Hasta pronto!
david -
cascabel -
Ha sido increible.
besitos!
nando -
"nas horas do dia, espero a noite
vejo as ondas a pasar pelo mar
nas horas do dia, espero a noite
vejo estrelas gritar seu nome pelo ar
nas horas do dia, feixo meus ohlos
vou pelos campos a perguntar onde estás..."
(sé q no es galego, pero creo q la canción encaja con los sentimientos y el ambiente q sugieren tus palabras...)
muitos bikos!!
brianda -
brianda -