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Una Mujer Estresada

2002

2002 Oyó tanto su nombre en las últimas semanas que por fin se aventuró a hojearlo en una esquina, a escondidas de la media docena de dependientas que atienden la librería. Una moderna, enorme e impersonal librería... ¿no es horrible? Allí estaba, sintiendo que cometía un crimen prohibido, cuando sus ojos recorrieron imparables esas ocho líneas. Y fue entonces cuando recordó a Vetusta.

Dicen que lo primero que despierta la memoria es el olor. Pero el aroma de un libro recién impreso no fue el detonante de aquella explosión de recuerdos. Fueron sus palabras, tan directas, tan precisas, colocadas justo en el lugar y en la medida oportunos. Fue su suave timbre en el cerebro lo que le hizo cerrar los ojos durante un tiempo indefinido y escuchar. El tintineo de unas hebras labradas en latón al abrirse la puerta. La nariz enrojecida por el frío aspirando el aroma de cientos de libros viejos, olvidados, adormecidos en sus estanterías. Cada letra impresa en papel barato, cada página, cada cubierta más amarilleada y de esquinas todavía más rizadas. El calor de una estufa de butano. La mujer entrada en canas que observa a la desconocida a través del cristal de sus gafas, ligeramente adentradas sobre el caballete de su nariz.

Doña Croqueta, envuelta en su bufanda, su gorro, unos guantes y un abrigo hasta los pies, disimula. Pasa por allí dos tardes por semana pero no precisamente por su pasión por la lectura. Sí, es cierto que eso también la lleva hasta aquel rincón de los soportales, que escapa de libros nuevos y le gusta observar las postales viejas y los antiguos planos del escaparate. Pero otra debilidad todavía más poderosa invita a sus pies a hacer crujir la ya combada madera del parqué. Ella camina por el pasillo y, disimuladamente, acaricia la cabeza de una vieja gata blanca y tostada que descansa sobre una silla tapizada en cuero. La mujer la mira de reojo, se ajusta las gafas y esboza una ligera sonrisa, para después volver a centrar su atención en el periódico del día. Esa mueca de encubierta aprobación que sólo sabe regalar quien ya ha sobrevivido a los hijos de sus hijos.

Ojea un libro de forma distraída mientras sus dedos acarician de nuevo el suave pelaje. Y la vieja gata se despereza con un gesto mimoso en su silla, colocada estratégicamente al calor de la estufa.

Un día la gata abandonó aquel lugar. Ella no sabe por qué, o quizá directamente prefiera no saberlo. Y no ha vuelto a visitar Vetusta, porque la silla está tan sola, la vieja dueña tan triste y todo está tan vacío sin ella que no ha podido evitar perder aquella vieja magia que se escondía tras el polvo de los estantes.

Abrió los ojos y se dio cuenta de lo frágil que es la posibilidad de recuperar los recuerdos... y qué sencillo es olvidarlos y enterrarlos en un rincón de su cabeza. ¿Cuál será el efímero mecanismo que hace recuperar los viejos momentos una vez que se han perdido?

No tuvo la respuesta a todos sus dilemas. Es más, no consiguió responder ninguno de ellos, pero tuvo la posibilidad de acariciar de nuevo aquel momento. No sabía cuándo lo volvería a recordar, pero le bastó con ser consciente de que aún no lo había olvidado.

Ses yeux avaient perdu leur expression moqueuse el étaient devenus rêveurs:

- C'est une belle chose la destruction des mots. Vous ne saissiez pas la beauté qu'il y a dans la destruction des mots.
-aussi dans la destruction des moments-

(G. Orwell, 1984)

7 comentarios

Morocha -

a veces, los recuerdos, no perdonan...

Inchina -

David, con hacerte recordar los buenos me doy por satisfecha

Brisa, a mí a veces me pasa justo lo contrario. precisamente del momento más pequeño y cotidiano puedo acordarme toda la vida. Con los grandes y multitudinarios creo que nunca casaré del todo

Nando, muy cierto. Y preciosa poesía, me encanta García Montero :)

Iván, eso sí que es curioso. Los déjà vus me ponen nerviosa, ¿será que realmente los hemos vivido antes? No creo... yo pienso que la mente es mucho más poderosa de lo que nosotros mismos podamos imaginar (y ahora deberíais preguntarme "¿por qué?" pero lo siento, ¡¡tengo mucho sueñooo que ayer salí!!)

Lucecilla, sí, ¡y aparecen con el detalle más inoportuno! jeje

¡Hasta pronto!

LuCeZiLLa -

Que bonito! Los recuerdos son algo muy misterioso e imprevisible. Asaltan siempre cuando menos telo esperas. Un bico

Iván -

Y esa sensación de deja vu que se tiene a veces ¿cómo se puede explicar?

Besos!

nando -

"Las palabras son barcos
y se pierden así, de boca en boca,
como de niebla en niebla.
Llevan su mercancía por las conversaciones
sin encontrar un puerto,
la noche que les pese igual que un ancla.

Deben acostumbrarse a envejecer
y vivir con paciencia de madera
usada por las olas,
irse descomponiendo, dañarse lentamente,
hasta que a la bodega rutinaria
llegue el mar y las hunda.

Porque la vida entra en las palabras
como el mar en un barco,
cubre de tiempo el nombre de las cosas
y lleva a la raíz de un adjetivo
el cielo de una fecha,
el balcón de una casa,
la luz de una ciudad reflejada en un río..."

(Luis García Montero)

Hay veces q las palabras sacan mucho más brillo a los recuerdos de lo q lo haría un trapo al lomo de un viejo libro cubierto de polvo...

bikos!!

brisaenlanoche -

A mí también me gustaría saber qué es lo que hace que unos recuerdos permanezcan siempre en tu memoria, y otros instantes pasen fugaces por ésta sin reparar en su importancia real.
Un abrazo.

david -

Vaya pues. Inchina haciendo magia con las palabras de nuevo.
Parece ser que hoy es el dia de recordar... Mis recurdos son muy difusos, y estan adulterados por mi imaginación. A veces los aparco, pero hoy me has hecho recordar algunos muy buenos.