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Una Mujer Estresada

Cálido sueño de verano

No sé cómo debería imaginármela, si en un bus, una ciudad o quizá más a las afueras, en un lugar más tranquilo. Lo que sí está claro es que se encuentra en uno de esos anocheceres de verano, posiblemente caminando apurada hacia algún. Al principio es algo automático en ella. Camina sólo pensando si llegará algo más tarde de lo que había acordado con alguien, no un amor, lo más seguro es que sean unos buenos amigos. Poco a poco el entorno va empapándola, como si de una esponja se tratara, o más bien su cuerpo comienza a deja que penetre en ella el ambiente... ella cede y él le cede a su vez, como si dejara transpirar a través de su cuerpo ese calor, no del aire, sino el que desprenden la piedra y el asfalto recalentados. También comienza a sentir ese olor a atardecer de verano que, aunque sea más bien un olor artificial a ese asfalto abrasado por el sol durante el día, le hace recordar aquellas tardes, de pequeña, en su ciudad, jugando en un parque, paseando cerca de la playa o quizás, épocas más cercanas, en las que también se dirigía a ver a otros amigos.

Sumergida en recuerdos casi no se había dado cuenta de que el cielo intentaba ya oscurecer. Las farolas, a lo lejos, comienzan a encenderse. Al de un rato, su destello le hace recordar los anocheceres hace un par de años en aquel parque de aquella ciudad. Ese lugar le entusiasmaba, divertido por las tardes y casi mágico por la noche. María camina y camina, encandilada por el entorno que su misma mente camufla con recuerdos y le hace sentir que vuelve a estar en casa, como ella le llama tan a menudo. Quizá allí no le quede nada más que un par de aquellos amigos, pero si tiene que identificarse con un sitio se identifica con esa ciudad grande, seria y misteriosa que, en el fondo, no es tan seria y, quizá, a ojos ajenos, no tan misteriosa, pero en los recuerdos de María quedó así plasmada.

Ahora, si pudiera materializarse instantáneamente allí, caminaría bajo esos enormes árboles y esas redondas y brillantes farolas de luz anaranjada. Si mira a un lado puede ver, abajo, los faros cobrizos de la gran ciudad, y el tráfico, todavía más furioso y ausente de noche. Subiendo esa cuesta llegaría al parque, en completa soledad, aunque quizá algún soñador o algún sabio despistado estaría también allí sólo y a oscuras, pensando qué ocurre con su vida, o con la vida de alguien que le importa. Y mientras se imagina que sube la cuesta de ese antiguo castro, ahora parque, sigue bajando la calle de esa ciudad nodriza en la que se encuentra.

Poco a poco comienza a evaporarse su cálido sueño de verano para dejar a la vista la calle en la que encontrará a esos nuevos amigos, que no le recuerdan a los viejos, y tampoco quisiera que se los recordaran. Según llega, trata de no pensar más en esa aventura inventada, un presente paralelo en su cabeza que a menudo le gusta sentir para no olvidar una escena que le hizo respirar hondo para ayudarle a captar “el olor a verano”, como ella dice., que acompañado de la canción adecuada despierta aquellos momentos que dejó de recordar al instante de vivirlos.

7 comentarios

Inchina -

Premio para Vero!! Y por descontao para Nando también :)

Sí, no es que Fontiñas inspire demasiado... lo cierto es que creo que aún ni había llegado, aunque iba de camino.

De todas formas mi cabeza es un hervidero esté donde esté, jaja ;)

nando -

conste en acta q yo no lo he adivinao xq tenía pistas ajenas y no quería quitar la intriga :P jaja

Vero -

Vigo? jeje (ya me he equivocado? jaja). La verdad es que Fontiñas no anima a tener "pensamientos existencialistas" xDD

Inchina -

Por cierto... que se me olvidaba, ¿adivinais cuál es la ciudad?

Una ciudad grande, gallega... La pista está en el "Castro" ;)

Inchina -

Lo cierto es que este texto tiene su historia :)

Hace tres años (yo tenía 18) iba desde mi facultad camino de casa de mi mejor amiga, que entonces vivía en Fontiñas. Era una tarde de verano, estaba oscureciendo y mientras caminaba me puse a pensar en todas esas cosas. Al volver a casa intenté escribirlo en un papel tal y como lo había sentido.

Hace unos días encontré ese papel en mi viejo diario y decidí publicarlo aquí. Aquella tarde del 2002 fue mágica, os lo aseguro :)

En resumen, que yo soy María... aunque no me llame así, jaja.

Un besazo, chicos

nando -

precioso el texto... a veces es inevitable dejarse empapar por sensaciones y recuerdos de vez en cuando, verdad? es bonito un poco de nostalgia cada cierto tiempo...

Vero -

Qué bonito! A veces es inevitable soñar despierta...